Hoy, Guatemala y Honduras tienen la segunda y quinta tasa de homicidios más altas del mundo. Sin embargo, para 2005 ya ocupaban el séptimo y tercer lugar, dos años antes de que los cárteles mexicanos establecieran su presencia. Además, su vecino, El Salvador, tiene poco tráfico de drogas y, aun así, tiene la tasa de homicidios más alta del mundo, lo cual se debe principalmente a la continua violencia de sus pandillas.

Los cárteles violentos de la droga ciertamente han exacerbado una cultura preexistente de violencia, pero están lejos de ser la causa principal. Aunque la prensa tiende a inflar el porcentaje de asesinatos atribuibles al negocio ilícito de la droga, no existe consenso en cuanto a las cifras exactas. Dependiendo del país, los expertos expresan porcentajes en un rango entre 5-45%, aunque se necesita más investigación para afirmar datos más confiables. Seguramente usted podría preguntarse: ¿qué importa si los asesinatos diarios en estos países ocurren principalmente por su historia profundamente arraigada en la violencia, en lugar de ser generados por el mismo negocio ilícito de las drogas?

En realidad, sí importa porque revela un problema histórico más amplio de anarquía e ingobernabilidad. Además de que el comercio de drogas se ha arraigado en Guatemala y Honduras, ambos países tienen las calificaciones más bajas en cuanto al estado de derecho en América Latina, no necesariamente porque los cárteles los hayan vuelto así, sino porque así han sido durante decenios. Es precisamente la ausencia de la legalidad lo que hizo que estos países fueran atractivos para los cárteles en primer lugar, no al revés. Lo mismo podría decirse de México y fue también el caso en Colombia hace 20 años, antes de que su gobierno y la sociedad tomasen medidas serias para cambiar el rumbo de la situación.

Si bien puede ser que el negocio de la droga no es el principal motor de la violencia en los países productores y traficantes, es difícil pensar que los miles de millones de dólares generados por algunos de los cárteles más grandes no desempeñan un papel en la corrupción de los sistemas judiciales, las fuerzas de aplicación de la ley y de la sociedad en general. Un imperio de la ley más fuerte podría reducir la corrupción, pero no toda. Ésta es la razón por la cual el gobierno federal de los Estados Unidos debe desarrollar programas serios dirigidos a desalentar el consumo de drogas. Actualmente, la mayoría de los programas de prevención y educación son locales y estatales, pero el gobierno nacional de los Estados Unidos podría ganar más credibilidad a nivel mundial si realmente busca reducir la demanda de drogas, en lugar de dar prioridad a las medidas de reducción de la oferta. También construirá una genuina buena voluntad y mejor cooperación en los países donde se lleva a cabo la más extensa interdicción de drogas.

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Posted by Anaïs Faure