Aunque la cocaína se sintetizó por primera vez en 1856, no llegó a estar disponible comercialmente sino hasta principios del siglo XX.
Incluso Coca Cola agregó pequeñas cantidades de cocaína en su bebida de 1886-1900. Sin embargo, no fue sino hasta principios del siglo XX que la droga se empezó a utilizar y abusar cada vez más por medio de aspirarla por la nariz, fumarla, y de sus formas inyectables. De hecho, la compañía farmacéutica Parke-Davis comercializó la droga como algo que podría «reemplazar a los alimentos, hacer valiente al cobarde… y hacer al paciente insensible al dolor».
A principios del siglo XX, los farmacéuticos eran los que principalmente recetaban y vendían tanto la cocaína como la morfina, y las vendían como medicamentos patentados en pequeñas dosis sin receta médica. La cocaína se convirtió en un tónico popular para la fiebre del heno, la sinusitis e incluso se utilizó para tratar la adicción a la morfina, el opio y el alcohol. Los derivados de la morfina como el láudano que contenía 10% de opio se usaron como analgésicos, jarabes para la tos e incluso como jarabes calmantes para bebés.
De igual importancia en esa época, y algo que a menudo se pasa por alto al considerar la evolución del control de las drogas, fue el crecimiento del movimiento de templanza contra el alcohol. En un proceso similar a como la marihuana está siendo legalizada gradualmente estado por estado hoy en día, la prohibición gradual del alcohol se produjo un estado a la vez y finalmente llevó a su prohibición a nivel nacional en 1920 a través de la Enmienda 18, la cual fue derogada por medio de la Enmienda 21 en 1933.
Ya para 1900, un estimado de 2-5% de la población de los EE.UU. era adicto a las drogas, aunque es difícil confiar completamente en la exactitud de tales estadísticas tomadas en ese momento. Al igual que con el alcohol, cada estado comenzó poco a poco a frenar la venta de la cocaína y la morfina para usos que no fueran medicinales, pero carecían de recursos suficientes para hacer cumplir las leyes.