La mayoría de las personas que experimentan con drogas no tienen la intención de volcar sus vidas de cabeza.
Los adolescentes, especialmente, prueban las drogas por curiosidad, para escapar del aburrimiento o por la presión de los compañeros. Desafortunadamente, el 33% de las veces, un uso infrecuente que parece inofensivo, se transforma en un hábito de consumir drogas. Aunque técnicamente no son adictos, es difícil argumentar que su uso de drogas no interfiere en sus vidas. Aunque sólo el 15% del total se convierten en adictos, este promedio disfraza la cifra más alta de adicción de 17-25% para las drogas perniciosas como la cocaína y la heroína, en comparación con el 10% para la marihuana.
Las imágenes magnéticas del cerebro muestran que la ingesta continua de drogas genera un debilitamiento progresivo de la corteza prefrontal, estructura necesaria para ejercer el autocontrol. Una vez adicta, la persona se ve casi imposibilitada de dejar la adicción por sí misma. Por lo tanto, parece extraño afirmar que uno está ejerciendo su libre albedrío cuando usa drogas, tal y como lo afirman los defensores de la legalización, ya que casi la quinta parte de los usuarios han perdido su capacidad cognitiva para elegir libremente.
Los daños físicos que convierten a un adicto en una triste estadística más de sobredosis atraen la mayor parte de la atención de los medios de comunicación hoy. Sin embargo, el riesgo más grande y común para los usuarios regulares y los adictos es el cambio continuo de su estado mental y comportamiento.
Los drogadictos adultos tienden a ser compulsivos y erráticos, sometiendo a sus amigos, familiares y colegas a una angustia sin fin. Los adolescentes que abusan de las drogas son más propensos a tener problemas de conducta y emocionales y problemas de aprendizaje, participar en relaciones sexuales de riesgo y ser arrestados. Y para las drogas altamente adictivas como los opiáceos, el 95% cometen delitos para apoyar su adicción. Mientras que el hurto es el crimen más común, muchos recurren a la prostitución para mantener su hábito y algunos incluso cometen asesinato.
Los usuarios de las drogas altamente adictivas como la cocaína, la heroína o la metanfetamina nunca conciben que terminarán gastando el 50% de sus ingresos disponibles en su hábito si se vuelven adictos. Por ejemplo, los consumidores de cocaína (consulte Los efectos de la cocaína), desarrollan un ansia persistente por la droga, que a menudo resulta en espasmos esporádicos. Los consumidores a largo plazo de la cocaína pueden sufrir de úlceras y daño intestinal. Los problemas más comunes son la depresión severa, paranoia y lapsos de memoria, y en menor medida, comportamiento violento e incluso el suicidio.
Los usuarios de metanfetamina tienden a ser más violentos y, al igual que los consumidores de cocaína, sufren de depresión e intentan suicidarse. Ambos sufren de anhedonia -la incapacidad de sentir placer- cuando no están usándola. Los usuarios crónicos pueden experimentar psicosis, que imita la esquizofrenia y un agotamiento de las neuronas de dopamina y serotonina, que es común en las personas mayores que sufren de Parkinson y depresión.
La mayoría de los jóvenes no se ven disuadidos por el hecho de que la popular droga de fiesta, Éxtasis (MDMA), puede causar muerte súbita para el 8% de sus usuarios porque carecen de una cierta enzima para metabolizar la droga. Están aún menos conscientes de que usar Éxtasis 20 veces o más produce daño a las terminales nerviosas de serotonina lo suficientemente grave como para causar una interrupción a largo plazo en el funcionamiento normal del cerebro. Aunque la mayoría de los estadounidenses están dispuestos a aceptar la legalización de la marihuana, la investigación muestra que su uso regular causa deterioro cognitivo y que afecta el desarrollo del cerebro y varias medidas de la satisfacción de la vida, el éxito y el logro.
Un estudio realizado en 2014 por investigadores de las Universidades de Harvard y Northwestern de jóvenes entre 18 y 25 años descubrió que incluso aquéllos que fumaban sólo unas pocas veces a la semana tenían anomalías significativas en las áreas cerebrales que controlan la emoción y la motivación. Otros tres estudios separados en los Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda de usuarios pesados encontraron que su coeficiente intelectual decayó en 7-8 puntos. Aunque muchos han llegado a la conclusión de que la marihuana no es una puerta de entrada a otras drogas, la investigación muestra que los adolescentes que usan marihuana -especialmente los más jóvenes- son estadísticamente más propensos a usar otras drogas.
Los retos de distinguir entre causalidad y correlación no deben excluir la necesidad de examinar otros hechos del consumo de drogas. Hay datos obtenidos en 2012 que muestran que mientras que el 6.6% de los graduados universitarios son usuarios actuales de drogas, las cifras muestran que 9.8% de los usuarios sólo cuentan con un título de escuela secundaria, y 11.1% de ellos no terminó la escuela.
Del mismo modo, la tasa de consumo de drogas para adultos desempleados fue del 18.1%, el doble de los que tenían empleo (8.9%). Para los trabajadores que consumen drogas, se encontraron fuertes correlaciones con absentismo y problemas de salud crónicos. Los expertos estiman que el uso de los cuidados de salud es un 300% más alto para los usuarios regulares de drogas, que son también un tercio menos productivos que los no usuarios. Y debido a que las drogas hacen que el aprendizaje sea más difícil, la capacitación de los empleados toma más tiempo y aumenta aún más los costos de los empleadores.