Para abordar el incipiente uso y abuso de las drogas, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Ley de Alimentos y Drogas en 1906.
El objetivo principal de la Ley de Alimentos y Drogas era prohibir el tráfico extranjero e interestatal de todos los alimentos y productos farmacéuticos adulterados y mal etiquetados como respuesta a la falta de normas de higiene en muchas plantas de procesamiento de alimentos en los Estados Unidos, particularmente las procesadoras de carne. Sin embargo, la disposición en el proyecto de ley que exigía el etiquetado de los ingredientes activos de cualquier fármaco (en particular los 10 fármacos que se consideraban «adictivos» y/o «peligrosos», incluidos el alcohol, el cannabis, el opio, la cocaína y la morfina) se orientaba a reducir la proliferación de drogas patentadas mal utilizadas por muchos estadounidenses.
A nivel internacional, Estados Unidos comenzó a presionar para que existiera un mayor control de las drogas, a través de la Primera Conferencia Internacional sobre el Opio, celebrada en Shanghái en 1909. En la Conferencia se produjo el primer tratado internacional de fiscalización de las drogas, la Convención Internacional del Opio de 1912. Los Estados Unidos lideró la iniciativa junto con otros países, principalmente europeos, así como con Japón y China, países que se opusieron cada vez más al comercio del opio. La Convención se implementó en 1915 y entró en vigor como parte del Tratado de Versalles en 1919 después de la Primera Guerra Mundial. El Acuerdo establecía esencialmente un régimen para el control de la producción, venta, comercio y distribución internacional de la morfina, la cocaína y sus derivados respectivos.