La prevención sigue siendo la esperanza para la mayoría cuando se piensa en maneras de reducir el uso y abuso de las drogas en la sociedad.
Desafortunadamente, la prevención por sí sola, como una herramienta de política económica y accesible, parece haber dado resultados limitados. Aunque los programas educativos como DARE, instituidos bajo el presidente Reagan, parecieron mostrar un decremento en el uso de ciertas drogas, un estudio de la Universidad de Kentucky a principios de los años noventa afirmaba que tenían poco efecto sobre el consumo de drogas en los niños de edad escolar que participaron en el programa en Kentucky. Otros estudios en Minnesota y Carolina del Norte llegaron a conclusiones similares.
Otro estudio financiado por la ONDCP mostró que las campañas gubernamentales para disuadir a los adolescentes de fumar marihuana, las cuales gastaron más de mil millones de dólares entre 1998 y 2004, prácticamente no tuvieron efecto sobre el consumo de drogas. De hecho, una mayor exposición llevó a actitudes menos severas hacia la marihuana y creó una percepción equivocada de que existía un mayor uso entre los compañeros. Como consecuencia, a pesar del optimismo expresado por la mayoría de los padres, los expertos en política de drogas abogan por no gastar recursos importantes en esos programas debido a su ineficacia.
Dado que la mayor parte del consumo de drogas, especialmente el que conduce a la adicción, comienza durante la adolescencia, las familias pueden desempeñar un papel influyente en la prevención. Las medidas de protección más eficaces son alentar un buen desempeño en la escuela, tener un buen grupo de amigos, la comunicación de la desaprobación del uso de drogas y la creación de un ambiente estable en el hogar, incluida una relación sana con los padres. Por el contrario, la investigación muestra que los jóvenes propensos al consumo de drogas tienden a pertenecer más a hogares de un solo padre y tener padre, madre, hermano/a o grupo de amigos que usan drogas.